LA EDUCACIÓN Y LA CRISIS DE LA MODERNIDAD. HACIA UNA EDUCACIÓN HUMANIZADORA
RICARDO
AGUIRRE PALEO
DOCTORANTE
DEL DOCTORADO EN ECOEDUCACIÓN, DESARROLLO Y COMUNIDADES DE APRENDIZAJE
6
DE JUNIO DEL 2017
Si
no los conociera se los creyera.
Frase de mi abuela María
El
pasado 13 de marzo el Presidente de la República junto con el Secretario de Educación
dio el anuncio oficial de lo que será a partir del ciclo escolar 2018 “El Nuevo
Modelo Educativo” en nuestro país. El sustento pedagógico de este “nuevo Modelo
Educativo se basa en dos ejes: El planteamiento curricular y la inclusión y la
equidad, la primera tiene que ver con su base filosófica y su propuesta
curricular, así como con el discurso para justificarla. Se afirma que éste se
basa en una perspectiva humanista y
se precisa que: “…la educación tiene la
finalidad de realizar las facultades y el potencial de las personas para que
éstas, a su vez, se encuentren en condiciones de participar activa y
responsablemente en las grandes tareas que nos conciernen como sociedad. Por
ello, es indispensable identificar los conocimientos, habilidades y competencias
que los niños y adolescentes precisan para alcanzar su plena realización” (p.39).
María
Carmona Granero nos dice en su trabajo “La educación y la crisis de la
modernidad. Hacía una educación humanizadora” (p 139), lo siguiente:
“El paradigma de la racionalidad instrumental conlleva la
imposición de un modelo tecnocrático de educación basado en los principios de
la filosofía empirista y positivista que hace extensiva a las ciencias humanas
la metodología de las ciencias naturales con sus postulados de objetividad,
neutralidad y la supremacía de la razón
instrumental frente a lo valorativo. El ser humano es concebido como
objeto de la educación y la educación como el adecuado proceso dirigido hacia
la mayor productividad mediante el dominio de la técnica; estos postulados se
han convertido en el fundamento de la ideología economicista actual que mutila
al hombre, aislándolo de su compromiso con lo social y convirtiéndolo en un autómata,
sin capacidad crítica, al servicio de la reproducción del capital humano para
el desarrollo económico.
Desde esta perspectiva, la crisis actual de la educación es una crisis
fundamentalmente humana, pues conlleva un proceso paulatino de deshumanización.
En este sentido, afirma Delgado (2001:34) que el grado de disminución de la
condición humana del educando en la educación tecnocrática, se observa cuando
se aplican procedimientos científicos para optimizar el aprendizaje y lograr
una mayor eficiencia en lo instrumental. Los métodos y técnicas de
investigación y las prácticas educativas se “fundamentan en el
“condicionamiento”
con la aplicación de los principios de la
teoría conductista y neoconductista de carácter instrumental por medio del
refuerzo, sin la participación consciente y crítica del sujeto involucrado”.
Desde el punto de vista humano, se ha venido presenciando un
proceso de deshumanización. La ausencia de una actuación consciente y reflexiva
que atenta contra la educación como proceso humano y humanizante, se hace
evidente en la planificación de la educación meramente tecnocrática y este
reduccionismo de toda acción consciente y reflexiva, es uno de los más graves
problemas de la educación contemporánea. Si sólo se conoce para hacer algo, la
pérdida del sentido ético en la cultura y las humanidades en la educación, son
consecuencias lógicas e inevitables.
Dentro del contexto de la modernidad, la pedagogía como discurso
moderno produce y sostiene sus postulados desde la misma posición en la que se
genera el resto de los discursos modernos, que son fundamentalmente discursos
de poder y control. En este sentido, la pedagogía, sostiene la organización
académica moderna
y busca reproducir en ella los mismos criterios de disciplina
(sujeto responsable), ética del deber (sujeto obediente) organización jerárquica-piramidal
y controlada por tareas y destrezas; se trata de la producción de destrezas
mediante técnicas de control que se ejercen sobre los sujetos. La enseñanza, en
la marco descrito, no es otra cosa que la formación de destrezas orientadas a
reforzarse a sí mismas y al orden moderno en el que se dan, de manera que el problema
no parece estar en el terrero de la academia, sino de la política.
La escuela lleva a cabo un proceso de adaptación del niño a las
normas y conductas socialmente aceptadas, pero también tiende a anular aquellos
rasgos del comportamiento y de la personalidad humanas que son indispensables
para el conocimiento: la curiosidad, la búsqueda, la capacidad de sorprenderse,
el interés personal y el placer por conocer y compartir el conocimiento,
aspectos estos fundamentales para la construcción significativa del saber. En
verdad se trata de un proceso de des-humanización o de domesticación de ciertas
potencialidades humanas que son procesos creativos propios del comportamiento
infantil (Porlan, 1997).
Esta situación tiene como resultado un cierto acondicionamiento y
adiestramiento de la estrategias de pensamiento y actuación, simplificador y
estereotipado que da lugar a individuos pasivos y conformistas. En este
contexto la relación humana es una relación de poder que se evidencia en la
dominación: el alumno como objeto pasivo del proceso educativo, receptáculo de
los conocimientos impartidos por el profesor, quien es el elemento activo del
proceso educativo que a través de su hacer monológico domina en la relación
profesor-alumno (Freire, 1980)”.
La educación humanista es uno de los propósitos del nuevo modelo
educativo, una propuesta interesante, quien puede cuestionar el que la
educación tenga entre sus fines el de formar un ser que se posee a sí mismo por
su inteligencia y su voluntad, capaz de envolver el mundo entero por su
conocimiento y de entregarse libremente a los otros por amor, sin embargo se
aprecia a todas luces por parte de la autoridad educativa un discurso forzado, desarticulado,
pobre. Es claro que el desarrollo de las facultades solo puede hacerlo la
persona misma, en libertad y aprovechando las oportunidades que le ofrece su
entorno.
Se aprecia además en el nuevo modelo educativo la idea de la
formación humanista, en la selección de ciertas competencias que son necesarias
para la “plena realización” y “útiles para llevar a cabo las tareas que la
sociedad requiere”. Esta parte del modelo nos obliga a reflexionar y darnos
cuenta que de fondo lo que se percibe es una visión instrumental de la
educación, sobre el particular Savater,
nos dice que “la educación no es una simple preparación en destrezas laborales;
no es simplemente amaestrar a los niños o jóvenes a que no hagan daño y para
que trabajen y para que obedezcan. Sobre todo, es para cada uno de nosotros
para, a lo largo de la vida, ir despertando y produciendo la mayor cantidad de
libertad humana.
María Carmona Granero,
nos comparte en el trabajo antes mencionado lo siguiente:
“En abierta oposición a esta concepción tradicional, surge
gradual pero firmemente la tendencia de la educación humanista, con variadas
modalidades, pero con un tronco común que podríamos llamar pedagogía del ser,
que consiste en una educación para la vida, en sus dos vertientes individual y
social. La necesidad actual de una educción humanista se fundamenta en el reto
al modelo educativo positivista y economicista del mundo contemporáneo.
En tal sentido, se presentan alternativas con base filosófica y
fundamentos epistemológicos que dan un giro humanista a la concepción de lo
humano, social y educativo. Esta perspectiva propone el desarrollo integral de
la personalidad, de las potencialidades del hombre y la plenitud humana.
En su desarrollo histórico, el término humanismo ha tenido significados
diferentes ya que en torno a él se fusionan y se confunden numerosas posiciones
filosóficas, epistemológicas, sociales y políticas. Desde Cicerón, a quien se
le atribuye la autoría del término, hasta las posturas actuales que aspiran
desarrollar una conciencia en relación en torno a los derechos humanos, el
concepto de humanismo ha permeabilizado los diferentes niveles de la vida
social, científica, cultural y educativa. Sin embargo, en la actualidad, se
trata de la necesidad de afirmar el valor y la dignidad de lo humano en el
desarrollo científico y, frente a la objetividad instrumental reduccionista,
asignarle un lugar importante a la subjetividad humana.
De acuerdo con los investigadores de esta tendencia, la
investigación cualitativa es eminentemente humanista y con ella se aspira a
humanizar las prácticas y los enfoques en clara actitud crítica frente a la
actitud deshumanizante y antihumanista en la que desembocó el positivismo y el
racionalismo dominante. De ahí que con frecuencia nos encontramos también con
el muy pertinente término de educación humanizadora, en el sentido propuesto
por Freire (1980), en cuanto la humanización es vocación de los hombres, negada
a la injusticia, a la explotación, a la opresión, afirmada en el ansia de
libertad, de justicia, de lucha por la recuperación de la humanidad despojada.
La educación humanista se propone la reivindicación de los valores
humanos; este fue precisamente el objetivo principal de los científicos
sociales a finales del siglo pasado cuando empezaron a desarrollarse y
popularizarse en el campo de la Ciencias Sociales los métodos y los
procedimientos identificados como cualitativos.
Y ello en el contexto de la deshumanización producida por la
educación tecnocrática e instrumental, donde la enseñanza de habilidades y
conocimientos para desempeñar un oficio vino a configurarse como el fin
fundamental de los procesos educativos escolares, quedando relegada la función
verdaderamente educativa que
Corresponde a la formación del ciudadano, a la configuración del
ser social, más allá del ser productivo. En este contexto, cobra sentido el
paradigma de la educación humanista definida como “aquella cuyo horizonte y
criterio último es la dignidad humana y cuya vía de consecución es el esfuerzo
de realización de los valores que contribuyen a satisfacer las necesidades
radicales” (Yuren, 2000:48).
Ante la avasallante
tecnocratización de los modos de vida y prácticas sociales en la actualidad
encontramos nuevas propuestas teóricas y metodológicas frente al paradigma de
la racionalidad instrumental, que emergen desde diferentes posiciones con una perspectiva
interdisciplinaria bajo una visión humanista y cualitativa de lo educativo, que
se inscriben en lo fenomenológico y crítico con postulados que indican la
urgencia del entendimiento de lo social desde lo humano. Se vislumbran nuevos
paradigmas que sostienen que la realidad social y educativa no sólo es
interpretable desde lo cuantitativo, que el mundo de lo humano no es parcelado y
abstracto, sino que constituye una realidad compleja y concreta en lo
cuantitativo y cualitativo. De ahí, “el surgimiento de paradigmas en los cuales
lo cualitativo y lo humano, con todo lo que ello supone, reclaman su espacio
vital” (Delgado, 2001:36).
Frente a la educación instrumental que ha utilizado la educación
para sus propios fines, la perspectiva de una educación humanista, es sin duda
uno de los grandes retos de la educación en el presente. La búsqueda de un
humanismo cívico entendido como actitud que fomenta la responsabilidad en la
orientación y desarrollo
de la vida política, como el temple ético e intelectual de un
pueblo, solo es alcanzable sobre la base de una educación humanista.
Se trata de crear las condiciones teóricas, epistemológicas y prácticas
para una formación humana integral de individuos solidarios y comprometidos con
su entorno social y para ello se cree necesario la creación de nuevos modelos
no sólo cognitivos sino también de valoración que orienten las acciones y
prácticas individuales y colectiva, dirigidas a una práctica esencialmente
humana.
En nuestros días, el paradigma humanista en educación se concibe
como propuesta antiautoritaria, situándose en contraposición al conductismo.
Así pues, frente al discurso capitalista se trata de originar un discurso que
conceda importancia a la sociedad civil. El humanismo es la alternativa
necesaria para contrarrestar la deshumanización y la desnaturalización que
engendra el capitalismo.”
Podemos decir entonces que la apresurada construcción,
presentación y difusión del “Nuevo Modelo educativo”, solamente tiene como
pretensión hacer creer que la reforma aprobada y promulgada en el año 2013
tiene una connotación netamente educativa, es decir que la reforma educativa es
pedagógica, sin embargo, del análisis de los expertos nos damos cuenta
cabalmente que el nuevo modelo educativo no es otra cosa que un documento lleno
de imprecisiones, errores, con términos carentes de sustento y que no responde
a la gran expectativa que los mexicanos tenemos sobre una verdadera reforma
educativa, por eso, y en este contexto, resulta de suma importancia el análisis
y la construcción de un modelo educativo que sea legitimado por los actores
principales del proceso educativo, es decir por los maestros y los alumnos.
Sin embargo y, como lo he sugerido en otros momentos tenemos en
nuestras manos, de momento, un gran pretexto (el nuevo modelo educativo), para
poder seguir la ruta de la humanización
, para hacer de la educación la gran herramienta que nos permita ser
mejores seres humanos, y ayudar a que los demás se humanicen.
Por esa razón, como dijera mi abuela María cuando, siendo
nosotros niños, nos cuestionaba, después de haber hecho alguna travesura, y a
alguno de nosotros se le ocurría velar la verdad con una bola de mentiras
piadosas, y ella simplemente nos contestaba viéndonos a los ojos: Hay mis
niños, si no los conociera se los
creyera.
BIBLIOGRAFIA.
Nuevo Modelo Educativo 2018-2019. https://www.gob.mx/sep/documentos/nuevo-modelo-educativo-99339.
Bajado de la red en mayo del 2017
Carmona, Granero María (2007). La Educación y la Crisis de la
Modernidad. Hacia una educación humanizadora. Revista de
Artes y Humanidades UNICA, vol. 8, núm. 19, mayo-agosto,
2007, pp. 134-157. Universidad Católica Cecilio Acosta. Maracaibo, Venezuela
Freire, Paulo (1968), La
Pedagogía del Oprimido. Ed. Siglo XXI. México
Yurén Cázarez María Teresa, La Filosofía de la Educación en
México.
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